¿Existe realmente la personalidad?

Plantear la cuestión de la existencia de la personalidad a día de hoy puede resultar retórico, pero no todos los profesionales en el campo de la Psicología comparten un consenso acerca de ello. El estudio de la personalidad ha dado lugar a la generación de distintas teorías (Jiménez y Méndez, 2020):

Desde un punto de vista situacionista...

Algunos autores atacan el concepto de rasgo en el estudio de la personalidad. Para Mischel (1977) la personalidad debe entenderse desde un punto de vista interaccional y situacionista, es decir, es esencial tener en cuenta el contexto donde tiene lugar una determinada conducta, ya que el comportamiento es sensible a diferentes variables como las competencias físicas, intelectuales y sociales, las estrategias cognitivas, y las expectativas, entre otros. 

Por ejemplo, ¿podemos decir que alguien es extrovertido de la misma forma en la que afirmamos que mide 167 cm? Para Mischel no, ya que puede ocurrir que un individuo sea extrovertido en algunos contextos pero introvertido en otros, complicando de manera innegable su clasificación. Como dijo Allport (1937) “todos sabemos que los individuos pueden ser corteses, gentiles y generosos en su ambiente laboral, y al mismo tiempo ser groseros, crueles y egoístas en sus casas”. 

Por tanto, únicamente podemos asumir que un individuo tiende a ser extrovertido en un contexto concreto bajo la presencia de una estimulación concreta. 

...A una perspectiva tipológica

No obstante, en oposición a Mischel se desarrolla la teoría de Eysenck (1981), la cual defiende el concepto de tipificación y asume que el ser humano tiende a comportarse de manera coherente a “su forma de ser”.

Dos teorías muy relevantes que defienden el concepto de rasgo son:

  1. Teoría Factorial de Catell, que asume que el concepto de rasgo es básico en el estudio de la personalidad, encontrando de este modo características relativamente permanentes en los sujetos (Catell y Kline, 1977).
  1. Modelo de los cinco factores de Costa y McCrae, que plantean las siguientes dimensiones en el estudio de la personalidad: neuroticismo, extraversión, apertura a la experiencia, amabilidad y responsabilidad. (McCrae y Costa, 2004).

Retomando el ejemplo anterior, desde esta perspectiva, una persona será extrovertida si obtiene una puntuación alta en ese rasgo. Por ejemplo, según Catell, si en el rasgo de atrevimiento medido en el 16PF se obtiene una puntuación alta, la persona será extrovertida, ya que presenta baja predisposición a la inhibición. 

Conclusión

Una vez expuesta brevemente la compleja y controversial disciplina de la Psicología de la Personalidad, en mi opinión, sí que existe, definiéndose como aquel conjunto de rasgos y mecanismos psicológicos internos al individuo que le permiten su adaptación física, psíquica y social (Larsen y Buss, 2013). Hay una base biológica, el temperamento, y otra parte regulada por el ambiente. 

Sin embargo, desde mi punto de vista, el rasgo define, pero no explica conductas. Por ejemplo, decir que “un niño saca buenas notas porque es inteligente” nos lleva a caer en un evidente caso de falacia tautológica. El psicólogo necesita explicar la conducta para poder intervenir, y, para ello, es crucial recurrir al contexto y a la historia de aprendizaje del individuo. 

Como afirmó Skinner (1938) “Escogemos el camino equivocado desde el momento que intentamos cambiar la mente y los corazones, en lugar del mundo en el que viven”.

Referencias bibliográficas

Allport, G. (1937) Personality: A Psychological Interpretation. Holt.

Catell, R; Kline, P. (1982) El análisis científico de la personalidad. Madrid: Pirámide.

Eysenck, H. (1981) A model for personality. Nueva York: Springer.

Larsen, R; Buss, D. (2013) Psicología de la personalidad. McGraw-Hill Interamericana. 2ª Edición. Madrid.

McCrae, R; Costa, P. (2004) A contemplated revission of the NEO Five-Factor Inventory. Person Indiv Diff, 36(3), 587-596.

Mischel, W. (1977) Personality and the cross-roads: current issues in interactional psychology. Hillsdale: Erlbaum. 

Skinner, B.F. (1953) Science and human behaviour. New York: Macmillan.Vallejo, J. (2005) Introducción a la Psicopatología y a la Psiquiatría. 8ª Edición. Barcelona.

  1. Giuseppe Iandolo dice:

    Gracias, Natalia, muy interesante y me surge una duda: ¿y si la mejor manera de cambiar el mundo en el que vivimos, como dice Skinner fuera cambiar mi manera de enfrentarme a él?

    1. Natalia Moya dice:

      Muchas gracias por tu pregunta Giuseppe.
      Esta cuestión pone de manifiesto la discrepancia que presenta la Psicología a la hora de delimitar su objeto de estudio, lo cual no es algo negativo, siempre y cuando demos lugar a ciencia de calidad, no debería haber problema en la pluralidad de perspectivas.

      Ahora bien, demuestra la tendencia que solemos tener a situar las causas dentro del organismo. Al fin y al cabo, cambiar mi manera de enfrentarme al mundo implica cambiar conductas, adoptar nuevas respuestas frente a los estímulos. Dichas respuestas se mantendrán en el tiempo siempre y cuando sean reforzadas, y serán reforzadas en el contexto donde se desarrolla el individuo.

      La realidad está sometida al determinismo, sin existencia de un libre albedrío. El determinismo no niega la capacidad de elección, pero sí enfatiza que dichas elecciones no se dan en el vacío ni en ausencia de variables de control. Elegimos por una serie de causas más o menos complejas, innegablemente dependientes del contexto.

      Cuando digo que un rasgo define pero no explica, me refiero a lo siguiente. Por ejemplo, la etiqueta “depresión” describe perfectamente conductas. Por mucho que yo no conozca a una persona con depresión, me puedo imaginar lo que hace. Por ende, la etiqueta es descriptiva. No obstante, el problema viene dado a la hora de dar una explicación. No puedo decir que las conductas que lleva a cabo una persona se deben a su depresión. Por tanto, Skinner lo que pretende reflejar es que no es necesario irse tanto al trastorno en sí o a la “desadaptación del sujeto” (que, al final, todo lo que hace es por adaptarse a su situación concreta), sino mirar un poco más sus circunstancias e historia de aprendizaje. Al fin y al cabo, al igual que el contexto sin organismo no es nada, el organismo sin contexto tampoco.

      De este modo, siendo la Psicología como ciencia capaz de definir su objeto de estudio, y describir, explicar y predecir adecuadamente conductas, podrá controlarlas (no en un sentido manipulativo, sino haciendo referencia a que las conductas aparecen de una determinada manera en unas determinadas condiciones), sustituyéndolas por la ejecución de otras que permitan un desarrollo más óptimo del sujeto en el contexto en el que vive.

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