Entendiendo la Depresión

Índice

    Algunas estadísticas relevantes

    En 1998 la OMS publicó que alrededor de 851 millones de personas a nivel mundial presentaban algún trastorno mental, entre ellos la depresión. Esto quiere decir que alrededor del 15% de las enfermedades de todo el mundo en 1998 eran problemas de salud mental (OMS, 1998). Entendiendo la depresión:

    En este mismo año, el Banco Mundial afirmó que, según sus estadísticas, en 2020 la depresión mayor sería la segunda causa de carga de enfermedad del mundo (Ministerio de Salud, 1998). Además, Pardo et al. (2004) afirmaron que la depresión era la condición crónica más común, por detrás de la hipertensión.

    Actualmente podemos confirmar los cálculos del Banco Mundial en 1998, pues según la OMS (2021), la depresión afecta a aproximadamente un 3,8% de la población mundial, es decir, a alrededor de 280 millones de personas. Aunque puede que estas cifras no resulten tan sorprendentes si las comparamos con la población mundial (aproximadamente 7000 mil millones de personas), si resultan bastante impactantes a la hora de compararlas con una población específica, como por ejemplo la española (47,3 millones de personas), la cual debería ser 6 veces mayor para igualar dichos números.

    Su importancia

    Pero, ¿por qué son tan relevantes estos resultados?. Pues bien, la respuesta es que, actualmente, dentro de la carga general de morbilidad en el mundo, la depresión está en los puestos más altos. Esto quiere decir que de las 700000 personas que se suicidan cada año, una gran parte son casos depresivos (OMS, 2021).

    Si nos centramos en Europa, encontramos alrededor de 12 millones de casos depresivos, encabezados por Alemania (más de 4 millones), a la que siguen Italia y Francia, con más de 3 millones de casos cada una. En cuarto lugar, encontramos España, con casi 2 millones de personas que padecen esta enfermedad (Cardila et al., 2015).

    Por último, debemos destacar la diferencia entre sexos, ya que la depresión es un 58,5% más común en mujeres que en hombres (23,3%) a nivel mundial según los resultados de las estadísticas del Ministerio de Sanidad (2021).

    ¿Qué es la depresión?

    A pesar de que comúnmente el término depresión se utiliza para denotar un estado de ánimo bajo o alicaído, cabe destacar que, a nivel semántico,  el concepto “depresión” en general puede hacer referencia a (Chinchilla, Arroyo y González, 2008):

    • Un estado de ánimo 
    • Un rasgo de personalidad
    • Un síntoma 
    • Una enfermedad en sí misma

    Ahora bien, centrándonos en el concepto de depresión como una enfermedad en particular, puede definirse como un estado patológico o un trastorno afectivo caracterizado por una exageración persistente de sentimientos de tristeza, inhibición e ideas de culpabilidad, perdiendo la satisfacción por la vida y la esperanza de recuperar el bienestar (García, 2012).

    Atendiendo al Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-V), la depresión se considera un trastorno que implica un estado de ánimo excesivamente bajo, con síntomas de disforia y pérdida de interés o placer en las actividades diarias. Además, se acompaña de síntomas somáticos, afectivos y emocionales, como insomnio o hipersomnia, baja autoestima, ideas suicidas y aumento o pérdida de peso, entre otros (APA, 2013). Por su parte, Carrillo, Collado, rojo y Staats (2006) señalan que en los trastornos depresivos se manifiestan conductas de evitación o escape ante numerosos acontecimientos vitales.

    Comorbilidad

    Los trastornos depresivos presentan una alta comorbilidad diagnóstica con trastornos adictivos de abuso de sustancias o enfermedades orgánicas (como hipotensión, trastorno coronario o cáncer), entre otros (Ruiz, 1994). Además, diversos autores enfatizan la elevada covariación de síntomas presentada en pacientes diagnosticados de depresión (Joiner, Catanzaro, Laurent, Sandín y Blalock, 1996).

    En torno a un 50% de los casos lleva asociado un trastorno de ansiedad, y, al mismo tiempo, numerosos casos de trastornos de ansiedad suelen desarrollar un cuadro depresivo, o bien consecuentemente o bien simultáneamente. Debido a ello, es estrictamente necesaria una alta validez de constructo, lo que ha llevado a generar numerosos instrumentos de evaluación (Ver apartado 2).

    En suma, la depresión, en una de sus acepciones a nivel semántico, se define como un trastorno complejo diferenciado de la ansiedad y de la tristeza. Por un lado, según el Modelo Tripartito del Afecto Positivo y Negativo propuesto por Clark y Watson (1991), la ansiedad se caracteriza por una alta activación fisiológica y la depresión por un bajo afecto positivo, a pesar de que en ambas coincida el constructo de afectividad negativa (Joiner, Catanzaro, Laurent, Sandín y Blalock, 1996).

    Por otro lado, el diagnóstico de depresión, a pesar de incluir el sentimiento de tristeza como síntoma principal, se diferencia de ésta en cuanto requiere ser clínicamente significativo, tener una duración mayor y además, puede observarse un desequilibrio en los neurotransmisores (Cruz, 2012).

    Distinción entre tristeza normal y patológica.

    Principales síntomas

    El Comité para la Prevención y el Tratamiento de la Depresión (PTD) destaca los siguientes síntomas depresivos (Chinchilla, Arroyo y González, 2008): 

    Sintomatología emocional

    • Tristeza
    • Llanto o deseo de llorar aunque no pueda hacerlo
    • Anhedonia
    • Falta de ilusión
    • Desesperanza
    • Pesimismo

    Sintomatología volitiva

    • Inhibición
    • Apatía
    • Pérdida de iniciativa
    • Incapacidad de toma de decisiones
    • Abandono de responsabilidades
    • Descuido personal

    Sintomatología somática

    • Bradicinesia
    • Falta de energía
    • Modificaciones del sueño (despertar precoz, insomnio o hipersomnia)
    • Cambios en el apetito
    • Alteraciones de los ritmos circadianos (acentuadas por la mañana) y estacionales (recaídas en primavera y otoño).
    • Alteraciones vegetativas: Astenia, fatigabilidad, dolor (muscular, articular o generalizado), sequedad de boca, cefaleas, pérdida de la líbido, frigidez, vértigos y mareos. 

    Sintomatología cognitiva

    • Pensamiento lento
    • Dificultades de concentración y atención
    • Pérdida de memoria reciente
    • Negatividad
    • Sentimientos de inferioridad
    • Sentimientos de inutilidad
    • Ideas delirantes (triada típica: culpa, hipocondría, ruina)
    • Ideas de suicidio 

    Causas

    Una pregunta formulada comúnmente a nivel poblacional es ¿Por qué se genera la depresión? ¿Cuál es su causa? Lo cierto es que desde una perspectiva bio-psico-social, la depresión es un fenómeno multicausal (Ruiz, 1994). 

    En definitiva, podemos agrupar los diferentes desencadenantes en: factores que nos hacen más susceptibles a la depresión y factores que pueden ocasionar la depresión (San Molina y Arranz, 2010). Dentro del primer grupo, encontramos los genes (a pesar de la existencia de una predisposición genética, ésta no tiene por qué implicar que se vaya a desencadenar depresión), la personalidad (presencia de rasgos perfeccionistas, rígidos u obsesivos), antecedentes familiares de depresión (por el hecho de vivir en un ambiente depresógeno), el género (hombres y mujeres presentan diferencias a nivel del hipocampo y en la activación del eje hipotálamo-adenohipófisis-glándula suprarrenal, más activado en mujeres), el estilo de pensamiento (negativo y pesimista), las enfermedades crónicas (debido a la dependencia de los demás) y problemas económicos.

    Factores

    Por otro lado, entre los factores que pueden ocasionar la depresión se encuentran el estrés o sucesos vitales estresantes (como la muerte de un ser querido, el divorcio, el matrimonio, la pérdida de empleo, el encarcelamiento o la jubilación), la presencia de alguna enfermedad física (por sentimientos de falta de confianza y baja autoestima) y la administración de algunos fármacos (como antiepilépticos, anticonceptivos, antiparkinsonianos o quimioterápicos, entre otros). 

    Por ende, se asume que la depresión es consecuencia de una interacción de factores biológicos, psicosociales y de personalidad (San Molina y Arranz, 2010). No obstante, autores como Guadarrama, Escobar y Zhang (2006) defienden que, en última instancia, siempre se encuentra un error en la comunicación neuronal. Es decir, hay fallos en el funcionamiento de distintos sistemas de neurotransmisores.

    Los dos principales neurotransmisores (NT) implicados son la noradrenalina (relacionada con el miedo, ansiedad, mantenimiento de la vigilia y consciencia, gestión del foco atencional, regulación del estado de ánimo, agresividad y angustia) y la serotonina (encargada de regular el apetito mediante la saciedad, equilibrar el deseo sexual, controlar la temperatura corporal, la actividad motora y funciones cognitivas y perceptivas), los cuales disminuyen su actividad debido a un aumento de proteínas que se encargan de su reconocimiento. Dichas proteínas son Beta 1 en el caso de la noradrenalina y el receptor 5-HT en el caso de la serotonina (Racagni y Brunello, 1999).

    Tipos de depresión en el DSM-V:

    En la última versión del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-V) encontramos la depresión diferenciada en cuatro tipos: episodio depresivo mayor, trastorno depresivo persistente, trastorno disruptivo del estado del ánimo y trastorno depresivo inducido por sustancias/medicamentos. A continuación los explicamos uno por uno:

    Episodio depresivo mayor

    El episodio depresivo mayor es un periodo de depresión grave que suele durar entre siete y nueve meses. Un sujeto depresivo mayor experimenta sentimientos de tristeza y desesperanza recurrentemente, los cuales afectarán a su funcionalidad y vida cotidiana (Pintor et al., 2002). Algunos de los síntomas propuestos el DSM-V son:

    • Estado de ánimo depresivo todos los días.
    • Pérdida de peso considerable.
    • Insomnio.
    • Fatiga y pérdida de energía todos los días.
    • Problemas de concentración.
    • Pérdida de interés y placer.
    • Pensamientos recurrentes de suicidio (APA, 2013).

    Trastorno disruptivo del estado del ánimo

    El trastorno disruptivo del estado del ánimo se presenta en niños y adolescentes caracterizado por episodios intensos de irritabilidad, ira, y mal temperamento (Copeland et al., 2013). Se manifiesta como arrebatos de ira en respuesta a una situación frustrante, y por un estado de ánimo enfadado presente durante todo el día en el niño/a (APA, 2013). Algunos de los síntomas más comunes propuestos por el DSM-V son:

    • Arrebatos de ira inconsistentes con la edad del niño.
    • Estos arrebatos se presentan con una frecuencia de tres o más veces a la semana.
    • Los arrebatos se manifiestan verbal o conductualmente (por ejemplo, agresiones físicas).
    • Los arrebatos son desproporcionados en intensidad y/o duración con respecto a la situación que lo ha provocado (APA, 2013).

    Trastorno depresivo persistente (distimia)

    El trastorno depresivo persistente es un trastorno del ánimo crónico que está presente por lo menos dos años en el sujeto adulto que lo padece. Los síntomas son muy parecidos a los del episodio depresivo mayor, lo único que son menos intensos y perduran más en el tiempo. Se pierde interés en el día a día, y eso genera improductividad, estado de ánimo bajo, y sensación general de ineptitud. Además, se presenta un pesimismo continuo incluso en situaciones de felicidad (Jimenez-Maldonado et al., 2013). Más síntomas propuestos por el DSM-V:

    • Poco apetito.
    • Insomnio.
    • Falta de energía.
    • Sentimiento de desesperanza.
    • Episodios de manía o hipomanía (APA, 2013).

    Trastorno depresivo inducido por sustancias/medicamentos

    Por último, en la clasificación de depresiones en el DSM-V encontramos el trastorno depresivo inducido por sustancias/medicamentos. Este tiene síntomas muy parecidos al episodio depresivo mayor, pero es causado durante la ingesta o abstinencia de algún medicamento o sustancia. Cuenta con una lista muy larga de síntomas ya que depende del organismo de cada persona y como este se haya visto comprometido (Moran, 2013). El DSM-V especifica algunos síntomas más:

    • Alteración persistente del estado de ánimo predominante en el cuadro clínico.
    • Marcada disminución del interés o del placer en todas, o casi todas, las actividades.
    • Malestar clínicamente significativo o un deterioro en el ámbito social, laboral o en otras áreas importantes del funcionamiento (APA, 2013).

    Evaluación

    La entrevista clínica es el proceso esencial para evaluar si un paciente tiene depresión. Esta la podremos realizar con una finalidad diagnóstica, si queremos comprobar qué síntomas hay presentes y cuáles no, para hacer un cribado diagnóstico, y/o con el objetivo de cuantificar la gravedad y la frecuencia de los síntomas presentes. Durante su transcurso, el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-V) o cuestionarios que midan este trastorno, pueden ser herramientas útiles para orientar la entrevista y nuestro juicio clínico (Sistema Nacional de Salud, 2014).

    La depresión es un trastorno muy heterogéneo y variable. Hay múltiples factores que afectan a su desarrollo, curso y gravedad. Por ello, la evaluación se deberá llevar a cabo con una visión amplia y no debería basarse solo en los síntomas más observables (Patten et al., 2009). Algunas de las áreas que hay que evaluar son:

    Áreas a evaluar

    • Comprobación de si los síntomas se deben a una condición médica o a la ingesta de fármacos o drogas (Vázquez et al., 2006).
    • Relaciones interpersonales y apoyo social.
    • Grado de disfunción y/o discapacidad asociados al trastorno.
    • Respuesta previa al tratamiento.
    • Características del episodio (Latencia, duración, intensidad y gravedad de los síntomas, además de la comorbilidad)
    • Riesgo de suicidio (NICE, 2009).

    Durante la evaluación también se deberá tener en cuenta el riego de suicidio y las conductas suicidas. Se estima que las personas con depresión presentan un riesgo 20 veces mayor que el resto de la población (Beautrais et al., 2005). Tal como se indica en la GPC de Prevención y Tratamiento de la Conducta Suicida, en la evaluación del riesgo de suicidio se deben tener en cuenta los siguientes aspectos:

    • Presencia de intentos de suicidio previos
    • Abuso de fármacos o drogas
    • Síntomas como la desesperanza, ansiedad, agitación, e ideación suicida.
    • Otros factores de riesgo (historia familiar de suicidio, factores sociales, comorbilidad, etc) (Sistema Nacional de Salud, 2012).

    Escalas de medición de la depresión.

    En el diagnóstico y tratamiento de la depresión se utilizan escalas con distinto grado de estructura como herramienta para medir el grado del trastorno y la respuesta por parte del paciente al tratamiento. A través de estos se puede realizar una evaluación sintomática en un cierto periodo de tiempo, permitiendo calcular la puntuación de cada ítem y una puntuación final (Leydon et al., 2011). Las escalas más comunes son el Inventario de Depresión de Beck (BDI), la hetero aplicada Hamilton y la Montgomery Asberg Depression Rating Scale (MADRS). A continuación las explicamos una por una:

    Inventario de Depresión de Beck (BDI)

    Este destaca por ser uno de los tests más empleados por psicólogos clínicos (Muñiz & Fernandez-Hermida, 2010). El original fue publicado en 1961 (Beck et al., 1961), pasando por una primera revisión (BDI-IA) en 1979 (Beck et al., 1979) hasta la última revisión y segunda edición (BDI-II) en 1996 (Sanz et al., 1996). Además, cuenta con una adaptación al castellano realizada por Sanz et al. (2013). Desde que se creó, su objetivo es la detección de síntomas depresivos y su cuantificación.

    Centrándonos en su versión más actual, la BDI-II, es un instrumento autoaplicado compuesto por 21 items. El paciente tiene que elegir entre cuatro alternativas, ordenadas de menor a mayor gravedad, la afirmación que mejor describa su estado durante los últimos quince días.

    Después, se valora de 0 a 3 puntos cada ítem y se llega a una puntuación final entre 0 y 63. Finalmente se interpreta la puntuación (Tabla 1). (Beck et al., 1996)

    Hamilton Rating Scale for Depression (HRSD o HAM-D)

    La escala heteroaplicada de Hamilton tiene como objetivo evaluar la intensidad o gravedad de la depresión. Es una de las más utilizadas para controlar la evolución de los síntomas depresivos (Muñiz et al., 2010). La duración de la evaluación corresponde al momento en que se aplica a excepción de determinados ítems como el sueño que se refieren a los dos días anteriores.

    La versión original fue publicada en 1960 (Hamilton, 1960) y cuenta con versiones con más y menos ítems, así como una de 24 (Miller et al., 1985) y otra de tan solo 6 (Bech et al., 1981). La adaptación española fue realizada en 1986 (Ramos-Brieva & Villafranca, 1986).

    Una vez se suman los puntos de cada ítem, se obtiene una puntuación total que va de 0 a 52 puntos. Estos deberán ser interpretados seguidamente según los puntos de corte mostrados en la tabla 2.

    Una reducción del 50% en la puntuación final de la última vez que se suministró el cuestionario con respecto a la primera, indica una respuesta positiva al tratamiento. Si hay una respuesta parcial, la disminución será entre el 25 y 49%. Y, en el peor de los casos, si el tratamiento no ha dado sus frutos, la disminución será menor o igual al 7%. (Hamilton, 1960).

    Montgomery Asberg Depression Rating Scale (MADRS)

    Esta escala es aplicada mediante una entrevista por un clínico habilitado. Consta de 10 ítems que evalúan la severidad de síntomas y episodios depresivos (Montgomery y Asberg, 1979). Cabe destacar que también existen varias versiones autoaplicadas que muestran la misma eficacia que la heteroplicada (Cunningham et al., 2011). El periodo de evaluación corresponde a la última semana o los últimos tres días.

    La puntuación en cada ítem va desde los 0 a los 6 puntos, y el clínico deberá utilizar información de fuentes distintas al paciente para asignarla. Una vez se suman los puntos de todos los ítems se obtiene una puntuación entre 0 y 60. En esta escala no se presentan puntos de corte, pero, al igual que en la escala de Hamilton, la comparación de puntuaciones finales en distintas etapas del tratamiento, indican la eficacia de este (Montgomery & Asberg, 1979).

    Tratamientos

    Existen numerosos tipos de tratamientos que han demostrado su eficacia en el tratamiento de la depresión. Entre ellos se encuentran los medicamentos antidepresivos, principalmente los inhibidores selectivos de la recaptación de la serotonina, la terapia electroconvulsiva (TEC), la psicoterapia interpersonal TPI y las terapias cognitivo-conductuales TCC; (American Psychiatric Association, 2000).

    La elección del tratamiento por parte del terapeuta siempre se realizará de acuerdo a la edad, el desarrollo cognitivo del paciente y sus preferencias. (Maalouf & Brent, 2012)

    Los inhibidores selectivos de la recaptación de la serotonina:

    A continuación, se resume lo aprendido en la asignatura de fisiología en el primer curso del grado de psicología en la Universidad Europea acerca de cómo funcionan estos medicamentos:

    La serotonina es un neurotransmisor responsable de estabilizar nuestro estado de ánimo entre otras cosas. Es decir, es una biomolécula que permite la transmisión de información de una neurona (célula del sistema nervioso) a otra. Lo libera la neurona llamada presináptica y se comunica con otra neurona llamada postsináptica mediante la sinapsis. Entre ellas se encuentra el espacio sináptico. Cuando la serotonina llega a la célula postsináptica lo que hace es desencadenar cascadas de cambios.

    Después de realizar su trabajo, la serotonina es eliminada de diferentes maneras y entre estos mecanismos se encuentra la recaptación por parte de la neurona que lo ha liberado, la presináptica.

    Estos medicamentos lo que hacen es bloquear ese mecanismo y de esta manera queda más serotonina en el espacio sináptico y eso facilita más comunicación y por tanto más cambios en las células postsinápticas.

    Por otro lado, se recomienda una medicación antidepresiva como opción de tratamiento inicial para los pacientes con trastorno depresivo mayor de leve a moderado y, definitivamente, debe proporcionarse a los que padecen un trastorno depresivo mayor grave. La elección del medicamento se suele realizar en gran medida en base a los efectos secundarios que el paciente tiene o va a sufrir y la tolerancia a los mismos (American Psychiatric Association, 2000).

    Efectos secundarios

    Los efectos secundarios más comunes suelen incluir entre otros:

    • Náuseas, vómitos o diarrea.
    • Dolor de cabeza.
    • Sopor.
    • Sequedad de boca.
    • Insomnio.
    • Nerviosismo, agitación o desasosiego.
    • Mareos.
    • Problemas sexuales, como disminución del deseo sexual, dificultad para alcanzar el orgasmo o incapacidad para mantener una erección (disfunción eréctil).
    • Repercusión en el apetito, lo que lleva a la pérdida o aumento de peso (Escrito por el personal de Mayo Clinic, 2019).

    La terapia electro convulsiva TEC

    Se recomienda como tratamiento de elección para los pacientes con trastorno depresivo mayor grave que no responden a las intervenciones psicoterapéuticas y/o farmacológicas, especialmente en aquellos que tienen un deterioro funcional importante. La TEC también se recomienda para individuos con trastorno depresivo mayor que presentan rasgos psicóticos o catatónicos asociados, para aquellos con una necesidad urgente de respuesta (por ejemplo, pacientes con tendencias suicidas o con problemas de nutrición debido al rechazo de alimentos o líquidos, y para aquellos que prefieren la TEC o han tenido una respuesta positiva previa a la TEC (Martínez-Amorós et al., 2012).

    La Terapia Cognitivo Conductual (TCC).

    Se trata de un procedimiento activo, directivo, estructurado y de tiempo limitado. Se basa en el supuesto teórico de que los efectos y la conducta de un individuo están determinados en gran medida por el modo que tiene dicho individuo de estructurar el mundo (Alford & Beck, 2014).

    La Terapia Cognitiva-Conductual es un modelo de tratamiento de diversos trastornos mentales, que trabaja ayudando al paciente a que cambie sus pensamientos, emociones, conductas y respuestas fisiológicas des adaptativas por otras más adaptativas. El objetivo final sería combatir problemas como la depresión. El tratamiento dura normalmente entre 10 y 20 sesiones, y los pacientes experimentan a menudo una reducción considerable de los síntomas después de 4 o 6 semanas de tratamiento (Puerta Polo & Padilla Díaz, 2011).

    Según la Mayo Clinic de Estados Unidos, se puede esperar de esta terapia aprendizaje sobre el trastorno en cuestión, así como técnicas de relajación, afrontamiento, resiliencia, control del estrés y asertividad.

    La Psicoterapia Interpersonal TIP.

    Según la APA (American Psychological Association) la TIP es una forma de psicoterapia de duración limitada, que postula que las relaciones con los demás constituyen la fuerza principal que motiva el comportamiento humano.

    La TIP se desarrolla sobre dos principios básicos:

    1. La depresión es una enfermedad, no es culpa del paciente o un defecto personal. Hay que tener en cuenta que se puede tratar. Esta definición tiene el efecto de definir el problema y excusar al paciente de la auto culpabilidad sintomática.
    2. El estado de ánimo y la situación vital están relacionados. La TIP establece un vínculo práctico entre el estado de ánimo del paciente y los acontecimientos vitales perturbadores que desencadenan o siguen a la aparición del trastorno del estado de ánimo (Markowitz & Weissman, 2004).

    Caso real

    Antecedentes

    Vamos a narrar la historia de un caso real de depresión. En el momento en el que ocurrió esta historia nuestro protagonista tenía 49 años. Su matrimonio era un matrimonio feliz con varios hijos de entre 7 y 13 años. En ese momento estaba disfrutando de un proyecto empresarial que había nacido 3 años antes y que funcionaba muy bien.

    Seis años antes había sufrido una depresión debido al estrés relacionado con una enorme carga de trabajo, responsabilidad y relaciones sociales.

    El inicio

    Un día en el trabajo, mientras volvía de imprimir un documento, un pensamiento acudió a su mente: ¿si este proyecto no sale bien? ¿qué iba a ser de él? El pensamiento fue tan intenso que se mareó y se tuvo que sentar. Sufrió un intenso ataque de ansiedad, el resto del día estuvo como flotando hasta que a las 11 de la noche no podía más (le temblaba el cuerpo, dolor de cabeza, apenas podía hablar) y llamó a su antiguo terapeuta.

    Qué ocurrió

    A partir de ese día su vida cambió. La carga que suponía el miedo al futuro era insostenible. Esto fue degenerando hasta tal punto que esta persona pensaba su matrimonio se iba a acabar, que se quedaría sin casa donde vivir, que no podría ver a sus hijas y que estas se avergonzarían de él, que era un fracasado por no haber “triunfado” a esas alturas de su vida.

    Empezó a dormir mal, apenas hablaba con los demás ni en casa ni en el trabajo, no paraba de autocriticarse, estaba irritable, aunque esto ocurrió principalmente al comienzo.

    No disfrutaba de la vida. Le daba igual que llegara el fin de semana. Apenas salía de la cama, se levantaba a desayunar con su familia y se volvía a acostar hasta la hora de comer, comía y volvía de nuevo a la cama. Llegó a tener pensamientos realmente oscuros en ese año y medio. Las pocas veces que salía a la calle todo le parecía como irreal.

    La terapia

    Nuestro protagonista comenzó a acudir a terapia individual y de grupo una vez por semana (dos sesiones semanales en total). El define estos momentos como sus momentos de luz. Momentos que en algún caso fueron traumáticos.

    Según nos cuenta la terapia iba dirigida a la aceptación de la situación, a evitar la lucha contra ella, principalmente a no obsesionarse y luchar contra el hecho de el exceso de horas en la cama. También trabajaba mucho la autocrítica utilizando reforzamientos como el hecho de mirar la evolución profesional pasada, la familia que había creado.

    En la terapia grupal encontró modelos a seguir. Personas que o bien habían pasado por situaciones parecidas y contaban su experiencia o personas que, aunque estaban también mal simplemente escuchaban.

    El desenlace

    A nuestro amigo le gusta decir que lleva 19 meses limpio y feliz. Poco a poco empezó la recuperación. Y para ello fue clave según sus palabras: el apoyo familiar, la terapia y el cambio de enfoque profesional.

    Puedes acceder a un artículo muy interesante sobre otro caso real en el siguiente enlace: https://www.experienciasubjetiva.eu/2021/10/04/estoy-predestinado-a-padecer-depresion/

    Referencias

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    Autores

    Grupo A - M22 2021/22:

    • Andrea Gómez
    • Natalia Moya
    • Pablo Navarro
    • Pablo-Valero Puértolas

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